domingo, 14 de octubre de 2007

De qué modo me escuchas,

no sabría decirlo, y sin embargo,
escribo estas palabras que quisiera
decirte. Sé que no vas a escucharlas
como yo ahora, y yo no sabré nunca
cómo con la voz mía que más quiero,
esa que ahora escuchas, te las digo.

De qué modo me escuchas, no sabría,
y es el modo lo único que busco:
no el modo de decir esto o aquello
sino el modo en que puedo, simplemente,
decir: esto o aquello, lo que escuchas,
la voz de mis palabras, no la mía.

Siempre huyendo de mí, siempre perdida,
es un acorde apenas, o una forma
que fluye recordando, hecha de olvido:
lo que escucho es la música apagada
que me impide ir oyendo lo que digo
y me hace decirlo en lo que escuchas.

Oración de agua absorta, lo que escuchas
habla como la fuente en la espesura,
como el viento en las hojas y la lluvia
que está afuera de pronto desde siempre
y está siempre pensando en otra cosa.
No sabría decirlo, sin embargo.



Alguien a quien no conozco me escribió después de toparse con este poema. Lo publiqué hace tanto tiempo (en la revista Vuelta, núm. 174, mayo de 1991, nunca en un libro) que la mayor parte de quienes visitan el blog no lo conocerán. Puede que, como a mí, les guste.

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